Aunque el dato de inflación de julio cerró en 1,9%, el Gobierno destacó que el IPC Núcleo —que excluye precios regulados y estacionales— se mantuvo en 1,5%, lo que consideran una señal positiva. Sin embargo, preocupa que agosto marque un nuevo aumento y se corte el proceso de desinflación iniciado el año pasado.
Desde el piso del 1,5% en mayo, la inflación mensual sumó dos subas consecutivas: 1,6% en junio y ahora 1,9% en julio. Si en agosto el índice vuelve a crecer, sería el tercer mes al alza, algo que analistas creen podría afectar las expectativas de empresas e inversores.
“Si el mercado percibe que la inflación no seguirá bajando, pueden anticiparse más remarcaciones”, advierten consultoras privadas.
El Gobierno, para evitar un traslado mayor a precios, aplicó una fuerte suba de tasas y retiró pesos de circulación. El dólar oficial bajó de $1.380 a $1.325 en nueve ruedas consecutivas, buscando minimizar el impacto cambiario en la inflación.
En la última licitación, el Tesoro pagó casi 70% anual por deuda de corto plazo, muy por encima de la inflación proyectada del 20% al 25% para los próximos 12 meses. El ministro de Economía, Luis Caputo, justificó la medida por el “riesgo” que atribuye a un posible regreso del kirchnerismo, buscando que “la codicia venza al miedo” y así frenar la demanda de dólares.
Las tasas tan altas enfrían el crédito, elevan la morosidad y aumentan los costos de financiamiento de las empresas, que podrían trasladar esos gastos a precios. Además, si se mantienen, la deuda en pesos crecería muy por encima de la inflación, generando una dinámica que el propio Gobierno admite como insostenible en el mediano plazo.