La política argentina atraviesa un momento de fuertes tensiones y desencuentros. Mientras la polarización entre La Libertad Avanza (LLA) y el peronismo marca el pulso de las elecciones de octubre, los intentos de construir una oferta de centro chocan una y otra vez con reproches, rupturas y falta de acuerdos.
Lo que hasta hace algunos años se presentó como una alternativa moderada, heredera de la experiencia de Juntos por el Cambio, hoy se encuentra fragmentada en candidaturas dispersas que parecen debilitadas frente al avance de los dos polos principales.
La escena de las últimas horas del domingo fue elocuente. Al filo del cierre legal de inscripciones, Facundo Manes intentó sumarse a una lista conjunta con sectores de la Coalición Cívica, pero la negociación se frustró y terminó inscribiéndose por su cuenta para el Senado en la Ciudad de Buenos Aires.
Un día antes, dirigentes como Elisa Carrió, Graciela Ocaña y Hernán Reyes tenían todo listo para sellar un acuerdo con el radicalismo y otros aliados. Incluso existía un grupo de WhatsApp bautizado “Octubre” donde se planificaban movimientos y se compartían encuestas. Sin embargo, las diferencias internas y los cambios de condiciones desbarataron la iniciativa en apenas 24 horas.
El resultado: cada uno por su lado. Ocaña y Lousteau con el sello “Ciudadanos Unidos”, la Coalición Cívica en soledad, López Murphy en otra lista, y Manes con su propia boleta.
En este tablero, el rol de Horacio Rodríguez Larreta también quedó bajo la lupa. Desde el entorno de Manes lo acusan de haber boicoteado el armado de un espacio competitivo de centro para no opacar su proyección política en la Ciudad. Del otro lado, dirigentes cercanos al ex jefe de Gobierno aseguran que fueron ellos los que buscaron la unidad, pero reconocen resistencias tanto a la figura de Manes como a la de Lousteau.
Lo cierto es que la desconfianza mutua fue más fuerte que los llamados a la moderación. La política de centro en la Capital terminó atomizada, reforzando la lógica de polarización entre oficialismo y kirchnerismo.
La tensión no se limitó a la Ciudad. En la provincia de Buenos Aires, el frente de gobernadores agrupados bajo el sello “Provincias Unidas” también vivió su propio terremoto.
Conformado por dirigentes como Ignacio Torres, Martín Llaryora, Maximiliano Pullaro, Carlos Sadir y Claudio Vidal, el grupo venía trabajando en una estrategia común. Pero la decisión de Juan Schiaretti de impulsar la candidatura de Florencio Randazzo junto a Emilio Monzó y Margarita Stolbizer desató malestar interno.
Según trascendió, se había acordado no presentar boletas en Capital ni en provincia, y la jugada de Schiaretti fue leída como una traición. “Rompieron la marca”, se quejó un operador cercano a los gobernadores, que ahora ponen en duda el apoyo activo a la boleta de Randazzo.
No es la primera vez que el gobierno apuesta a impulsar un candidato de centro para restarle votos al kirchnerismo. Ya en 2017, María Eugenia Vidal y su equipo alentaron la candidatura de Florencio Randazzo para dividir el voto opositor a Cambiemos. Aquella estrategia, diseñada junto al consultor catalán Antoni Gutiérrez-Rubi, se reedita ahora con otro escenario, pero con dificultades similares.
En la práctica, la atomización del centro deja el terreno más despejado para los extremos de la contienda: La Libertad Avanza y el peronismo.
A todo esto, las campañas se enfrentan a otro problema: el desencanto ciudadano. En recorridas por el conurbano y distintos distritos bonaerenses, los estrategas detectan un alto nivel de apatía y desconocimiento.
“Una buena cantidad de votantes no sabe aún qué se vota ni distingue entre las elecciones provinciales de septiembre y las nacionales de octubre”, reconoció un consultor. Esa confusión, sumada a la falta de entusiasmo por las candidaturas de centro, termina favoreciendo el avance de los polos más fuertes.
La política argentina vuelve a mostrar que las construcciones de centro encuentran enormes obstáculos para consolidarse. Las diferencias personales, los cálculos estratégicos y las internas partidarias pesan más que la voluntad de construir un espacio común.
Así, el escenario electoral de octubre se encamina a una nueva disputa entre dos polos bien definidos, mientras las propuestas intermedias pierden fuerza, se dividen y se diluyen.